miércoles, 30 de enero de 2019

¿Cómo saber si tu mareo frecuente es vértigo?



Si te mareás con frecuencia y la sensación te agobia, es necesario buscar alivio en un diagnóstico médico y tratamiento adecuados.



“Estaba duchándome cuando de repente todo empezó a darme vueltas”, cuenta Lyn Roberts, analista de negocios de Victoria, Canadá, de 54 años. “Como pude, me arrastré hasta la cama y esperé a que el mareo se me pasara. Y, efectivamente, se me fue”. Lyn se sentía aliviada, pero seguía preocupada.




Y con razón. Seis años antes había terminado en el hospital en dos ocasiones debido a episodios intensos de vértigo, acompañados de náuseas y vómito. Los accesos finalmente cesaron, pero Lyn nunca recibió un diagnóstico definitivo ni logró identificar la causa de su vértigo. Así que cuando los mareos regresaron, en el verano de 2014, se llenó de temor. Empezó a sufrir accesos con mayor frecuencia.



En el verano de 2015 su médico familiar la envió a consultar a un otorrinolaringólogo. En la primera cita, el especialista le dijo a Lyn que probablemente padecía vértigo postural paroxístico benigno (VPPB). Para confirmarlo, le pidió que acudiera a una clínica de neurofisiología de su ciudad, donde le practicarían ciertas pruebas para desencadenar el vértigo.



 “Cuando regresé al consultorio con los resultados, el doctor me confirmó que era VPPB”, dice Lyn. Sentí un alivio enorme al saber que no era algo más grave. El vértigo me había atormentado mucho tiempo. Estaba preocupada porque pensé que me iba a impedir disfrutar la vida al máximo: salir a navegar con mi esposo, jugar con mi nieta”.



¿Vértigo o mareos?



De acuerdo con una revisión de 20 estudios realizada en 2015 por el University College de Londres, hasta el 10 % de la población adulta mundial padecerá vértigo en algún momento, y entre 17 y 30 % experimentará mareos. En términos médicos, el vértigo es una percepción de que el movimiento del cuerpo no coincide con la realidad; el mundo gira, no la persona. El mareo, en cambio, se refiere a una desorientación espacial sin una sensación falsa o distorsionada de movimiento; puede haber sensación de inestabilidad o confusión.



Los mareos y el vértigo tienen muy diversas causas, entre ellas hipoglucemia, efectos secundarios de fármacos, deshidratación y ataques de apoplejía (accidentes cerebrovasculares). A menudo el problema radica en el sistema vestibular del oído interno, que es esencial para el equilibrio y la orientación. Sus partes componentes detectan los movimientos de la cabeza y su relación con la fuerza de gravedad. El sistema envía esta información al cerebro, lo que ayuda a estabilizar la visión y a desplazarse sin sufrir caídas.



El sistema vestibular se deteriora conforme envejecemos. Según un cálculo basado en una muestra de más de 5.000 estadounidenses, alrededor del 35 % de los adultos mayores de 40 años presentan alguna disfunción de este sistema. Este dato se publicó en 2009 en Archives of Internal Medicine.



La causa más común



Uno de los trastornos vestibulares más comunes es el vértigo postural paroxístico benigno, el padecimiento que aqueja a Lyn Roberts. Se atribuye a unos diminutos cristales de calcio llamados otolitos, que se mueven en el oído interno y activan las células ciliadas. El VPPB se produce cuando algunos de esos cristales se desprenden.



Estas partículas flotan a la deriva y estimulan los receptores encargados de detectar movimiento en el líquido del oído interno, lo cual detona el envío de mensajes confusos al cerebro. ¿El resultado? Ataques de vértigo que normalmente duran unos cuantos minutos.



Por lo general, el VPPB desaparece en cuestión de semanas o meses, gracias quizás a que los cristales de calcio se disuelven en el líquido del oído interno. Si el vértigo persiste, hay tratamientos rápidos e indoloros que consisten en reacomodar las partículas.



El tratamiento más socorrido es la llamada maniobra de Epley, la cual produce alivio inmediato en un 70 a 80 % de los casos. Al aplicar esta técnica, el médico mueve la cabeza del paciente en ciertas direcciones (por ejemplo, 45 grados hacia el lado afectado) y la mantiene fija en esas posiciones durante medio minuto o más. El objetivo de la maniobra es mover los otolitos a un punto del oído donde no causen molestias.



El otorrinolaringólogo le enseñó a Lyn Roberts a ejecutar la maniobra de Epley en casa. “Me ayuda mucho”, dice ella. “Me da gusto poder hacer algo para prevenir o reducir la duración de los accesos”.



Por razones que no resultan muy claras, el VPPB suele reaparecer: se calcula que la tasa de recurrencia en un lapso de tres años es del 50 %. La buena noticia es que recurrir de nuevo a la maniobra de Epley puede resolver el problema.



Si bien este procedimiento es lo bastante sencillo como para que el paciente lo practique en casa, el doctor Alexandre Bisdorff, neurólogo de Luxemburgo, subraya la importancia de confirmar el diagnóstico primero; de esta manera no se pasará por alto un problema más serio. Si la maniobra de Epley no da resultado luego de varios intentos, la cirugía podría ser una buena opción.



Trastornos más complejos



 No todas las afecciones vestibulares son tan sencillas de resolver como el VPPB. Cuando, en agosto de 2007, la entonces estudiante Melanie Simms, de 20 años, empezó a experimentar mareos y dolor de oídos, no sabía que era solo el inicio de un agotador vía crucis médico. A Melanie, residente de Aldbrough, Inglaterra, le diagnosticaron una infección del oído interno. Se esperaba que los síntomas que tenía cedieran una vez que su sistema inmune terminara con el virus, pero lo cierto es que sufrió un daño permanente.



“Me pasé un año diciéndoles a los médicos que no estaba mejorando”, recuerda Melanie. Los lugares donde había muchos estímulos, como el supermercado, la dejaban exhausta; en ocasiones incluso necesitaba que otra persona la sostuviera para poder caminar. Finalmente, durante una consulta en 2009, el otorrinolaringólogo le preguntó:



—Cuando va manejando y de pronto se detiene, ¿no siente como si el auto siguiera moviéndose?



Melanie se sintió aliviada porque por fin alguien parecía entender lo que le pasaba.



El diagnóstico fue vestibulopatía periférica descompensada, uno de varios trastornos que causan mareo o vértigo persistente (otro ejemplo es la enfermedad de Ménière, que ocurre por exceso de líquido en el oído y puede producir zumbidos o pérdida auditiva).



Aunque no siempre hay cura para los trastornos vestibulares crónicos, los tratamientos pueden mitigar los síntomas. Dependiendo de la afección, los tratamientos pueden ser fármacos, cirugía o terapia de rehabilitación vestibular (TRV), que se basa en ejercicios.




La TRV puede personalizarse, dice Lena Kollén, fisioterapeuta vestibular de Gotemburgo, Suecia. Junto con sus colegas, esta especialista diseña tratamientos que abarcan todo el sistema de equilibrio del paciente. “Podemos incluir lo que sea, desde movimientos con la cabeza hasta ejercicios de equilibrio con los ojos cerrados”, explica Kollén.



Al iniciar su tratamiento, Melanie Simms movía la barbilla de arriba hacia abajo mientras enfocaba la mirada, primero en un fondo estático y luego en un televisor. El objetivo es que el cerebro aprenda poco a poco a compensar las imperfecciones de las señales que recibe mediante el uso de otros sentidos (como la vista y el tacto) para orientarse.



Melanie concluyó su terapia de rehabilitación vestibular hace un año más o menos. Ahora ya puede trabajar cuatro días a la semana como recepcionista en un hospital. También colabora en un grupo de apoyo de su localidad.



Uno de los objetivos de esa agrupación es concientizar al público sobre los trastornos vestibulares para evitar el sufrimiento innecesario y ayudar a que más gente reciba tratamiento. “Muchas personas se asustan y se sienten solas porque no entienden lo que les sucede”, observa Melanie. “Sin embargo, estas enfermedades son más comunes de lo que uno se imagina”.



domingo, 27 de enero de 2019



Problemas auditivos: 9 claves para detectarlos en bebés y niños






La detección temprana es decisiva para evitar problemas futuros en el desarrollo del lenguaje y las capacidades cognitivas. Las señales de alerta para los padres.

Muchos niños con problemas de audición son diagnosticados en la etapa escolar, incluso si ya nacieron hipoacúsicos. Problemas como la falta de atención, retrasos en el lenguaje o en el aprendizaje -con respecto al resto de la clase- pueden ser signos de una hipoacusia sin diagnosticar.


Por esta razón, es de suma importancia que los bebés al nacer sean chequeados para determinar tempranamente su capacidad auditiva, para así brindarle el tratamiento que necesitara en forma rápida y oportuna. El screening auditivo es un estudio que se realiza de manera obligatoria cuando nace un bebé. Sin embargo los padres también deben estar atentos para hacer un chequeo siempre que el niño presente algún síntoma de que su audición pueda estar comprometida.

Actualmente se sugieren chequeos auditivos al entrar al colegio en etapas pre escolares. Además, realizar un seguimiento específico a aquellos niños que, por antecedentes familiares o personales, corren riesgo de padecer hipoacusia.

El impacto de la pérdida depende de la detección temprana, por eso se debe llevar un control en la audición de los niños.




Las causas más habituales están relacionadas con trastornos del habla que se observan en los niños, así como también sospechas de hipoacusia, especialmente alrededor de los 12 meses, en caso de una hipoacusia congénita y en edad preescolar por hipoacusias producidas por otitis u otros problemas de congestión del oído.

En el caso del habla, la primera consulta se da entre el primer y segundo año de vida, en tanto se lentifica la adquisición del lenguaje. También se dan las consultas por problemas de pronunciación, que se hacen evidentes en la época del jardín de infantes, donde el niño no logra comunicarse del todo bien con sus pares.

Los padres deberían prestar atención a las respuestas del niño ante el estímulo auditivo y este tipo de reacciones son diferentes de acuerdo a la edad:


La mayoría de los lactantes recién nacidos se sobresaltan o "asustan" ante los ruidos fuertes y repentinos.
A los tres meses, un bebé por lo general reconoce la voz de los padres.
A los seis meses, por lo general un lactante puede mirar o girar la cabeza hacia el lugar desde donde proviene un sonido.
Es frecuente que, a los 12 meses, un niño pueda imitar algunos sonidos y decir unas pocas palabras, como "mamá" o "adiós".

A medida que el bebé crece hasta convertirse en un niño pequeño, los signos de pérdida de audición pueden incluir:

Limitaciones en el habla, habla deficiente o falta de habla
Falta de atención frecuente
Dificultades de aprendizaje
Necesidad de subir el volumen del televisor
Falta de respuesta al nivel ruido conversacional o respuesta inadecuado

Por ello es importante realizarse un estudio de emisiones otoacusticas.
En el caso de los niños prematuros (aquel bebé que nace antes de la semana 37), según estadísticas del Ministerio de Salud de la Nación y Unicef, en la Argentina nacen alrededor de 8 mil niños con menos de un kilo y medio de peso. De esos bebés, 2 mil pueden quedar con alguna secuela, entre ellas, la sordera.

Un bebé prematuro que pesa menos de un kilo y medio tiene una mayor exposición a un daño de las vías auditivas, lo cual puede ser determinado a través de potenciales evocados.

Fuente: www.infoacufenos.com


lunes, 14 de enero de 2019

¿Cómo afecta la gripe a mis oídos?


La gripe es un virus común cuyo desarrollo se fomenta durante la época invernal. Las temperaturas cambian, padecemos frío y nuestro organismo se ve perjudicado. Así, sobrellevamos algunos síntomas como dolores de cabeza, fatiga, mucosidad o fiebre. Pero éstos no son los únicos.
A consecuencia, por ello aconsejamos estar prevenidos ante estas amenazas. Especialmente los grupos de riesgo como los niños y los ancianos. De modo que se implemente la ingesta de vitaminas, se use ropa abrigada y se aplique el tratamiento médico adecuado.




Mucosidad y oídos
Como especialistas en audiología ponemos el foco en la mucosidad como causante de las complicaciones padecidas. La gripe viene acompañada de congestión. Y la congestión supone la acumulación de mucosidad en la nariz. En consecuencia, las trompas de Eustaquio se ven obstruidas. Por lo que el oído medio se inflama, actuando en perjuicio de nuestro sistema auditivo.

Patologías auditivas causadas por la gripe
La gripe llega a desembocar en distintas patologías auditivas. Aunque el grado de trascendencia de la mismas dependerá de las prácticas preventivas que gestionemos desde el hogar. Así como de las visitas a nuestro oftalmólogo de referencia. Las infecciones auditivas que más se dan son:

Pérdida de la capacidad auditiva. Los mocos llegan al oído medio. Quedando éste taponado e imposibilitando la escucha activa. Aunque suele ser temporal, marca el inicio de la degeneración del oído.
La trompa de Eustaquio no es capaz de cumplir sus funciones. Por ello, se suceden episodios de dolor de oído. En ocasiones acompañado de supuración de pus.
El siguiente paso tras la pérdida de capacidad auditiva. Afecta a uno, dos o ambos oídos; distorsionando la sensibilidad auditiva. Es irreversible y puede conllevar la utilización de audífonos.
Agravamiento y desarrollo de otras afecciones auditivas. Agrava el estado de patologías que estaban presentes en nuestro organismo con anterioridad. Igualmente, es factible que se potencie la aparición de otras nuevas.
No queremos que la gripe afecte a tu organismo. Y mucho menos a tu salud auditiva. Por ello, gestiona un proceso de mantenimiento y prevención desde tu hogar. Y visita nuestro centro auditivo para asegurar el bienestar de tu oído.

fuente: centro auditivo oir-t

sábado, 5 de enero de 2019

¿Que es un reclutamiento auditivo?

¿Que es un reclutamiento auditivo?


Un reclutamiento auditivo consiste en una sensibilidad auditiva aumentada aunque con una menor discriminación. A pesar de ello es consecuencia de enfermedad y su detección indica patología del órgano de CORTI del caracol del oído interno.

Los pacientes con hipoacusia neurosensorial muestran una característica auditiva tan específica que puede ser usada como herramienta de diagnóstico y se llama reclutamiento (Loudness recruitment).

Este particular fenómeno puede ser explicado en base a los datos conocidos sobre las respuestas del nervio auditivo. El reclutamiento puede ser fácilmente demostrado si la pérdida auditiva es unilateral como ocurre en la Enfermedad de Menière. 



Al paciente se le pide que compare la intensidad de un sonido en el oído anormal con la intensidad con que lo percibe en el oído normal. Cerca del umbral los estímulos son comparables en intensidad cuando el estímulo en el oído anormal es elevado en intensidad por la cantidad de pérdida auditiva.

Pero a medida que la intensidad del estímulo aumenta la comparación se produce más y más cerca de los niveles normales así que a menudo para 80 dB SPL los dos estímulos son percibidos con la misma intensidad.   El volumen del sonido en el oído enfermo aumenta en forma anormalmente rápida con la intensidad.

El reclutamiento puede ser comprendido a partir de los cambios en la membrana basilar y de las funciones de intensidad del nervio auditivo. Cuando se pierde la punta aguda , finamente sintonizada y con el umbral más bajo, estas funciones se elevan. La actividad evocada , por tanto , crece más rápidamente que lo normal con la intensidad del estímulo.




La figura superior puede contribuir a otra forma de comprender el reclutamiento. Arriba y a la izquierda se muestran algunas curvas de sintonía neurales para una cóclea normal. Parece probable que la sonoridad de un estímulo dependa de la suma total de la actividad en el nervio auditivo.


 Al aumentar la intensidad del estímulo el número de fibras activadas crece al comienzo lentamente , cuando solo las puntas de las curvas son activadas , y después abruptamente cuando se alcanza a las colas de las curvas de sintonía. En el oído patológico las puntas de las curvas de sintonía se han perdido y a medida que la intensidad del estímulo aumenta el número de fibras activadas aumenta rápidamente , aproximándose pronto a los niveles normales.