Médicos especialistas señalaron
que la mayor parte de las hipoacusias en la infancia son de tipo congénito y su
tratamiento oportuno resulta clave tanto en el mejoramiento de su capacidad
auditiva como en el desarrollo del habla y desempeño escolar.
“El 50 por ciento de las
hipoacusias son genéticas, lo que te da la pauta que es fundamental preguntar
el historial del paciente previo al nacimiento. Si en la familia hay sordera,
es muy importante estudiarlo”, dijo a Télam el otorrinolaringólogo Santiago
Arauz.
La fonoaudióloga Mónica Matti
recordó que “el 80 por ciento de las hipoacusias infantiles permanentes son
congénitas”, ya sea por factores hereditarios o resultado de complicaciones
durante el embarazo y el parto, tales como infecciones intrauterinas (rubeola,
sífilis, toxoplasmosis), bajo peso al nacer, asfixia del parto, ictericia
grave, entre otras.
Pero los niños también pueden ver
reducido su umbral de audición, que en personas con capacidad auditiva normal
es igual o superior a 25 decibles, por causas adquiridas, tales como
traumatismos cráneoencefálicos o de los oídos, algunas enfermedades infecciosas
(meningitis, sarampión o paperas) y exposición al ruido excesivo, entre otras.
Lo importante es descubrir las hipoacusias lo antes posible”, afirmó Arauz,
quien es presidente de Instituto Otorringolaringológico Arauz.
La hipoacusia debe
ser detectada antes del mes de vida, diagnosticada antes de los tres meses y la
intervención médica o audiológica debe ser antes de los seis meses de vida. La hipoacusia no identificada tiene un profundo impacto negativo sobre el
desarrollo del habla y del lenguaje y por consiguiente sobre el desarrollo
cognitivo y el aprendizaje.
Examenes que se deben realizar el primero y más importante
estudio que debe practicarse en recién nacidos para descartar problemas de
audición es el denominado “Tamizaje Auditivo con Otoemisiones acústicas” que
forma parte del Plan Médico Obligatorio.
“Es un estudio indoloro y no invasivo que cuanto antes
se haga, mejor, pero se puede esperar 4 ó 5 días (después del nacimiento), en caso de respuesta negativa
ante los estímulos, el siguiente paso es una “timpanometría”, que permite determinar
la existencia de problemas en el oído medio, como deficiencias de ventilación y
la existencia de líquido producto de algún tipo de otitis.
Otro estudio indicado en la etapa
temprano y no invasivo, es la “Respuesta Auditiva Provocada del Tronco
Encefálico” (BAER), que permite medir la actividad de las ondas cerebrales que
ocurren en respuesta a ciertos tonos.
“Si el chico tiene por ejemplo
pérdida total de frecuencias agudas, es muy probable que no te de respuesta,
porque (este estudio) trabaja para frecuencias agudas. Si el bebé oye las
agudas, podrá hablar, pero si no las oye, tiene muy poca posibilidad de
adquirir el lenguaje porque las frecuencias graves son de origen natural,
mientras las agudas son las artificiales”, dijo la fonoaudiologa.
La especialista explicó que un
bebé de tres meses con audición normal, por ejemplo, reacciona a los ruidos, se
calma o sonríe cuando le hablan, reconoce la voz de los padres y si está
llorando se calma al oírla, balbucea y llora de diferentes modos según la
necesidad que tenga.
No obstante, la fonoaudióloga
aseguró que “aún hoy se detectan hipoacusias (recién) al ingreso a la escuela,
sobre todo si es leve o moderada”, producto de que “muchas veces no se realizó
la prueba en el momento del nacimiento o no se realizó un correcto
seguimiento”. “La detección tardía de la hipoacusia puede compromete seriamente
el futuro de los niños, sus aprendizajes y sus posibilidades de integración
social y laboral”, aseguró.
Fuente: infoacufenos.com
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